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Pasamos nuestra primera noche en Marruecos en un camping solitario y enorme que nos dio cobijo tras pasar numerosas aventuras.
Pasamos nuestra primera noche en Marruecos en un camping solitario y enorme que nos dio cobijo tras pasar numerosas aventuras.
Nos despertamos con el ruido del mar de fondo; Carlos y yo metidos en la tienda y Pablo durmiendo a la intemperie. Fuimos corriendo a ver qué pasaba.
Volvimos a atravesar el camping (esta vez cubierto de niebla) y nos dimos cuenta que junto a la verja había una salida hacia la playa. Fuimos para allá mientras veíamos las olas romper. Una ola muy chula que rompía cerca de un espigón natural, totalmente glassy y sin nadie que la pudiese disfrutar.
En un abrir y cerrar de ojos nos vimos en medio de una jauría de perros. Vinieron uno 7 u 8 a darnos los buenos días y a jugar con nosotros. Cada uno era un cuadro distinto. A uno le faltaba un ojo, el otro estaba lleno de cicatrices, el cojo… muy cariñosos todos.
Cogimos el coche y nos fuimos a buscar un sitio para cambiar euros por dirhams, así que volvimos a Agadir y fuimos de nuevo al camping para pagar a nuestro colega Jamal. Nos cobraron 130 dirhams (unos 13 euros) y a las 9.50 am salimos en busca de una ola.
Nos dirigimos hacia el norte, pasando por Taghazout, que lo dejamos de lado sin percatarnos y seguimos la carretera hasta que nos tuvimos que parar. No dejábamos de ver derechones romper por toda la costa y tuvimos que apartarnos al arcén para ver aquella vista tan maravillosa.
Series de 3 y 4 olas rompiendo de derechas en medio de la nada, larguísimas y solitarias. Más adelante encontramos Boilers, uno de los mejores spots de la zona, pero estaba cayendo muy grande y era algo peligroso a la hora de salir del agua, no conocíamos el sitio y para ser el primer día no queríamos arriesgarnos tanto.
Hicimos unas cuantas fotos y continuamos el viaje.
Hicimos unas cuantas fotos y continuamos el viaje.
Tiramos y tiramos hasta que llegamos a Tamri, vimos que era una playa de arena, normal y corriente pero con olas algo pequeñas y fofas. Así que dimos media vuelta hasta que volvimos a Taghazout y aparcamos el coche para buscar algún sitio para pasar el resto de los días.
Nada más bajar del coche leemos “Surf Shop” y vamos de cabeza a preguntar.
El encargado de la tienda era un chaval de unos 20 años que se llamaba Abdul, con una camiseta del Real Madrid y por supuesto, surfero. Él nos presentó a Mohamed, el hombre que nos alquiló una casa en la parte alta del pueblo.
Lo apalabramos todo, nos enamoramos de la casa y pagamos a Mohamed 500 dirhams. Era un edificio de 3 plantas, nosotros alquilamos el ático, con terraza en la azotea solo para nosotros y recién reformado. Desde allí arriba se podía ver todo el recorrido que habíamos hecho, las playas que habíamos visto y las líneas marcadas en toda la costa. Estábamos casi listos para ir a surfear, sólo faltaba hacerle una vistilla a nuestro nuevo colega Abdul.
Fuimos a su casa y nos invitó a algo de beber. Cada día que pasaba nos quedábamos más locos con la gente de allí y sus viviendas. La casa de Abdul eran cuatro paredes de dos pisos con un agujero en la pared como ventana, pero no un cuadrado perfecto, era como si algún tipo de ajuste de cuentas hubiese acabado en esa acción. Estuvimos hablando con él un buen rato mientras probábamos su hachís, esta vez el de verdad. Abdul nos contaba que tenía un montón de amigos extranjeros, como nosotros, que venían en busca de las olas y acababan siempre en su casa. Tenía una libreta a modo de libro de visitas que, como no, le echamos una firmita y algún que otro dibujo. Nos hicimos unas cuantas fotos con el chaval y fuimos a por el coche. Un tío muy majo la verdad.
Al hacernos el paseo en coche pasamos por un spot que se llamaba Killer Point. Nos gustó mucho así que decidimos ir para allá. Lo malo era que no podíamos dejar el coche en cualquier sitio porque nos habían dicho que por aquella zona te rompían el cristal del coche y te robaban las cosas. Chequeamos el lugar y vimos que era bastante arriesgado, pero al lado había un hotel con parking privado.
Fuimos para allá con la esperanza de que nos dejaran meter el coche para poder surfear sin preocuparnos por nada.
Fuimos para allá con la esperanza de que nos dejaran meter el coche para poder surfear sin preocuparnos por nada.
Estuvimos discutiendo con el hombre bastante tiempo puesto que el parking era exclusivo de los clientes del hotel, hasta que accedió a dejarnos meter el coche por el módico precio de 50 Dirhams, ¡casi nada!
Estuvimos surfeando en Le Source olas de 1 metro en una playita escondida de fondo de arena y roca con unos maquinillas pros locales que partían la pana. A lo lejos podíamos ver The Killers romper con un tubo que ¡¡ñash!! pero nos quedamos donde estábamos para ir poquito a poco, ya que nos quedaban 9 días de surfari.
Al salir del agua cogimos el coche y nos fuimos de nuevo a Agadir, pues teníamos que cambiar el coche por otro que era el que realmente habíamos alquilado. Pero antes paramos en Taghazout para comer algo. Fuimos a un restaurante en frente de la tienda de surf de Abdul y nos pedimos un tajine de pollo para cada uno. Estaba riquísimo.
Nos pusimos en marcha y quedamos con Mohamed para hacer el cambio. Al final pasamos de un Kia Picanto a un Dacia Logan de 5 puertas, con radiocassette, eleva lunas manual y cierra a pestillo de esos que si algún colega tuyo se le ha olvidado cerrar, olvídate del asunto. Habíamos “triunfao”.
Volviendo al pueblo viendo el atardecer sobre la costa de Marruecos, descubrimos las playas de aquí. Entramos a Banana Bay pero los gorrillas nos pedían mucho dinero, además eran muchos como para ponerse a discutir, así que nos quedamos un rato observando las olas y nos fuimos. Nos acordamos de que habíamos quedado con Abdul por la noche para cenar allí y estar un rato con él y sus amigos.
Nos pegamos una buena ducha en nuestro súper ático y nos fuimos a su casa.
Nos pegamos una buena ducha en nuestro súper ático y nos fuimos a su casa.
Conocimos a un par de colegas suyos y a su novia. Nos enseñó el resto de la casa y nos prepararon la cena. Era todo muy acogedor, nos sentíamos como en casa de cualquier colega de Alicante, todos muy a gusto comiendo pescado, cuscús, té de opio, de menta y unos pastelitos de kifi que parecía Crunch. Nos agarramos una muy seria.
Nos fuimos a la cama a las 23.30 después del banquete.
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